Ya estoy viendo la entrada al metro...
Qué bien me ha ido ese plano de las líneas, pero ahora mismo creo que estoy un poco confundida...
“Disculpa ... buenos días, debo bajarme en “Ópera” y hacer transbordo en “La Latina”, ¿voy bien?” --- le pregunto a una jovencita, que arrastra una maleta con carita de sueño, pero con suficiente energía como para transmitirla.;)
“Buenos días,... vas bien”, me dice con voz y gestos tranquilizadores.
“Uf! es que en mi ciudad no hay metro y la verdad es que no lo había utilizado en viajes anteriores” --- le digo mientras seguimos avanzando por el mismo andén.
“Si quieres puedo acompañarte, yo voy a hacer tú mismo trayecto y así seguro que no te pierdes”, me responde sonriendo, mientras subimos y cogemos asiento.
Uf “GRACIAS... muy amable”, sonrío.
Ha sido un trayecto muy agradable, hemos hablado sin parar hasta que nos hemos despedido en la Plaza de la Cebada con dos sonrisas, de esas... de verdad.
Voy andando pensando en los beneficios de dar y recibir gestos, acciones y palabras amables.
Si es que realmente la forma en que tratamos a los demás no es solo la forma con que transmitimos nuestra forma de ser y sentir, sino que en muchas ocasiones va a repercutir en la forma de ser y sentir de ellos durante el resto del día. Vale la pena formar parte del inicio de una cadena de amabilidad.
Cuando tenemos la suerte de estar rodeados de personas amables o simplemente de recibir actos amables de personas que tal vez solo transitan en nuestras vidas, sentimos que estamos "como en casa".
A casi todos nos gusta llegar a casa y descalzarnos, ir sin zapatos o ponernos las zapatillas, relajar conductas impuestas y sentirnos "a gusto" y "cómodos".
Esos mismos efectos secundarios nos ocurren cuando en lugar de estar tensos o tal vez a la defensiva, sabes que puedes ser tú mismo, porque tu compañero de conversación o simplemente tu interlocutor, te acoge con amabilidad y sigues recogiendo los beneficios de ella.
También hay recordar que la amabilidad puede venir en diferentes tamaños de frascos, y no siempre puedes, ni debes, "desbordar amabilidad". Cuántas veces nos habrá pasado que te sientes agobiado por una actitud desmesuradamente amabilísima, tanto que cuando puedes escaparte... húyes.
A veces es suficiente tener buenas maneras de contestar o de gesticular. Los excesos siempre son excesos y caer en ellos puede provocar que la personas que los recibe termine rechazandonos.
Al final siempre me decanto por las bondades de buscar el equilibrio.
Pero aún así pienso en algo que leí y que inevitablemente recuerdo una y otra vez: "Hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amable; la segunda, serlo siempre; y la tercera, nunca dejar de serlo." Henry James
Lo bueno es que ser amable y vivir la vida dando muestras de ello es una elección. Siempre recuerdo que un profesor nos decía que hay cosas como la inteligencia, que son innatas y que de esas no podemos disponer a nuestra voluntad, pero sin embargo hay otras como nuestra actitud ante la vida y nuestra actitud con los demás, que dependen exclusivamente de nosotros mismos y nuestra elección.
Confieso que en los momentos complicados que he vivido durante la enfermedad de mi madre, en los que los ingresos en la UVI me provocaban tensión y los nervios “hacían de las suyas”, recibir una dosis explícita de amabilidad del personal sanitario, hacía "milagros", y que una vez en planta, una auxiliar me trajera una manta para que no pasara frío en aquella silla por la noche al lado de ella... Uf eso era recibir una dosis de medicamento tranquilizador.
Y es que tal como decía Teresa de Calcuta, "Las palabras y gestos amables pueden ser cortos y fáciles de decir y hacer, pero sus ecos son infinitos".
Lo importante es saber que incluso en los casos en los que sentimos que la energía que nos llega de los demás no es "de la buena o bonita", nosotros podemos ayudarles a reconducir esa actitud en función de cómo reaccionamos ante ella con la nuestra.
Lo importante es saber que incluso en los casos en los que sentimos que la energía que nos llega de los demás no es "de la buena o bonita", nosotros podemos ayudarles a reconducir esa actitud en función de cómo reaccionamos ante ella con la nuestra.
No olvidemos que todos tenemos momentos, días o etapas difíciles, en las que cuesta dar una sonrisa o recibirla. También es cierto, que no debemos pensar en sólo “dar para recibir”, porque ese recibir puede hacerse esperar o no darse. Pero incluso así, soy de las que apuesta por “él que siembra... recoge".
Oscar Wilde apuntaba que "Algunas personas causan felicidad a donde van y otras cuando se van". Y si nos preguntamos porqué, seguro que entre la lista de lo que provoca una u otra cosa está la amabilidad con la que nos cogen y acogen en su vida y en su corazón.
Como siempre desde y con el corazón os deseo una semana en la que os encontréis muchas puertas que se abren con amabilidad y ventanas que no se cierren por falta de ella, sonrío.