lunes, 28 de marzo de 2016

Que me quiten lo... BAILAO



Pero vamos a ver, ¿Cuantos kilos dices que has engordado?” - Le pregunta Diego - con voz de guasa a María.
Yo estoy casi de simple espectadora de su conversación, porque conozco a Diego pero no a María, y el tema no me da pie para nada más que escuchar.  
María  se ha puesto un poco inquieta y casi a media voz le responde : "2 kilos"...
¿Y qué?” - Sigue preguntando Diego.
Pues nada chico que me ha dado un vuelco el corazón al pesarme esta mañana, porque a Carlos no le gusta nada que coja kilos” - dice María - muy rotunda mientras coge la copa de vino (luego me he enterado de que Carlos es el novio de María).
"Ni me lo puedo de creer" sigue Diego, en su línea de medio en broma medio en serio. “Pero de verdad ¿Vas a dejar que él decida hasta cuantos kilos debes pesar?” - le responde Diego.  


María busca palabras para justificarse, pero no las encuentra, tal vez porque sabe que no las hay.
Diego intuye que es así y haciendo un acto de generosidad consentida para evitar que aquella conversación vaya a males mayores, le dice: "ni te preocupes ehhh... que estas DIVINA" y cambia de tema.

Los que me conocéis sabéis que estás cosas de la vida cotidiana me ayudan a reflexionar sobre esas mismas cosas y sobre la incidencia que tienen en las nuestras.

Debo confesar que inevitablemente me identifico un poquito con María. Ya os conté en mi primer post, que en el colegio me decían que estaba "gordita" y que por ello siempre estaba entre las últimas de aquella lista de "niñas monas" . Ahora ya desde la distancia que da el paso de los años, me doy cuenta que lo que realmente me dolía no era poder estar entre las primeras, ni tan siquiera estar entre las últimas, lo que me importaba... era sentirme tan sola por estarlo.

Recuerdo la soledad de unos mediodías eternos en los que el sonido del timbre que nos recogía para entrar en clase era el sonido mejor del día.


Así que decidí hacer lo imposible para estar delgada y durante muchos años relacionaba los kilos con la soledad y con la no aceptación.

Pasaron casi dos décadas y tuve un accidente de tráfico muy grave  cuando estaba embarazada de mi tercer hijo.
Cuando estás una hora atrapada en un coche pensando en lo bello que es vivir, se  te abre el alma a muchas reflexiones. En aquellos momentos lo que más deseas no es solo contarlo sino al poder contarlo, no parar de recordar, que lo único importante en la vida es "vivirla". Aprender a dar importancia a lo que la tiene, que está, como muchas veces oímos o leemos, en las pequeñas cosas.

Es importante "no olvidarnos de vivir", frase que me recuerda a aquella famosa canción de Julio Iglesias, y sobre todo de "bien vivir", dejando  a un lado lo que otros dicen que nos va a hacer felices.
 

 


Así que entre otros cambios que marcaron “un antes y un después” del accidente, decidí permitirme no sólo pesar un poquito más, sino también tener un poquito más de ALEGRÍA comiendo, y decirme aquello de que me quiten lo BAILAO.

 
 

Creo que en casi todo, lo importante es encontrar el equilibrio. 

Así que lo importante es lo decía  Jim Rohn  :“Cuide su cuerpo. Es el único sitio que usted tiene para vivir.


Desde entonces he hecho extensivo este aprendizaje de vida a muchos otros aspectos y temas que nos causan dolor, intranquilidad y que nos restan esa paz interior para adaptarnos a modas, gustos u opiniones ajenas.

Es tan importante reconducir nuestras preocupaciones y apostar sobre todo por la identificación y aceptación de "nuestro yo"!!! .

Aprender de nuestros errores no porque nos digan que lo son, sino porque sentimos que lo fueron.

Lo que realmente nos puede llevar a la felicidad es reconocer nuestras carencias y querer crecer en nuestras habilidades y virtudes, porque TODOS ... tenemos de ambas, sonrío.

Tal vez podemos humanizar la teoría de la perfección, porque en el fondo sabemos que la perfección no existe más que para los ojos que así la ven, y para el corazón que así lo siente.

Pensar que si podemos tener valor para las personas a las que les gusten nuestros valores. Aprender a dejar entrar en nuestras vidas a aquellas que realmente nos hacen sentir "como en casa", aquellas con las que podemos ser nosotros mismos, sin tapujos, descaradamente, simplemente porque o bien coinciden con nuestra forma de ser o sentir la vida, o porque simplemente la aceptan, no con resignación sino como aportación y enriquecimiento a la suya.

Tal vez hasta podemos ser drásticos en eso y dejar de dar votos de confianza a los que no confían en nuestro criterio ni en nuestro credo.


Las cosas “son o no son” y entre una y otra ya sabemos que si hay grises, pero son de un triste que... uf que pueden ensombrecer nuestros días y convencernos  que vivimos en un mundo sin luz y color.

Así que salgamos a la calle y démonos cuenta que el paraguas también se puede abrir en los días de sol, simplemente porque el paraguas puede servirnos de ...sombrilla.

Apuesto, sin dejar de cuidar nuestro exterior, por dedicarle tiempo y ganas a ocuparnos de esos pensamientos que nos quitan la sonrisa.

La belleza exterior complace a los ojos pero la interior complace a las almas, que son las únicas que no saben de modas ni décadas cumplidas.

Hoy celebro con vosotros que la vida me dio una segunda oportunidad, no sólo por dármela, sino también por poder estar aquí hoy, escribiendo sobre ello.

Os deseo una semana ... Así, tal cual como ya sabéis que siempre os deseo, "relinda". Sonrío.