“Vamos a ver Malena…
¿Que quieres escribir un blog?” - me dice Carmen - mientras me pone una cara de no entiendo para qué..
Inevitablemente le sonrío mientras intento dar esas explicaciones que no sabes cómo iniciar y que parece que luego no sabes ni cómo terminar. “Si ya lo sé Carmen, que hay miles… ¿Pero sabes? ¿Y si ahora que ya partió mi madre, ese blog me ayudara a compartir el aprendizaje emocional que heredé de estos años en hospitales?” - le respondí.
Vivir conviviendo con el dolor y las emociones propias y ajenas te hace sumar experiencias impuestas pero que terminas buscando y sintiéndolas como propias.
He aprendido de corazones que se iban apagando, mientras encontraban paz confesando sus verdades que antes fueron inconfesables, o aquellos miedos que dejaron de serlo sencillamente porque descubrieron que nunca lo debieron ser.
Me lo pusieron fácil, solo debía prestar atención a su letra pequeña y escuchar desde el otro lado de la cama, la perspectiva que da cuando estás ya "de vuelta" y que lo único que puedes perder es darte cuenta que no lo has perdido todo.
Con esa herencia es inevitable reflexionar sobre qué podemos hacer para "estar a tiempo" de buscar y seguir nuestro camino hacia esa felicidad que nos hace SENTIR que estamos realmente VIVOS.
“Ay mi niña, pues hombre dicho así... tal vez puedas intentarlo, pero uf chica, la verdad es que creo que no te leerá nadie.” - me responde Carmen -
“Carmennn” - le digo - poniendo cara de "bastaaaa"...
no sé qué dice ahora Carmen por lo bajini, pero apostilla en voz un poco más alta:
“y ¿no tienes MIEDO?”
Yo intentando disimular mi miedo, le digo sonriendo :
“Quién dijo ... MIEDO?”
Lo cierto es que detrás de esa frase hecha se esconde una gran verdad: el miedo existe y coexiste con la vida.
Después de seis meses de empezar el blog y haber superado las 25000 visitas, no puedo dejar de agradeceros que me halláis hecho perder no sólo el miedo a empezarlo, sino el miedo a seguir aquí cada lunes. GRACIAS así en mayúsculas!
Cuando me siento delante de esta ventana para escribiros, siempre pienso en cosas que a mí me han ocurrido o he sentido, esas experiencias de vida que me pudieron restar la posibilidad de sentirme feliz y que agradezco a esa misma vida y a las personas que aparecieron de paso o para quedarse en ella, el haberme hecho entender que todo se puede superar si nos perdonamos caer y nos damos la oportunidad de aprender a levantarnos reforzados.
¿Cuantas veces pronunciamos la palabra miedo?
"Tengo miedo a este examen"
"Que miedo me dan las alturas"
"Si no fuera por el miedo que tengo a meterme en una hipoteca iba a comprar la casa de mis sueños"
"El miedo me paraliza"...
¿Y cuántos tipos de miedos nos revolotean por el pensamiento? Seguro que ahora os vienen algunos: a la enfermedad, a la soledad, a no tener trabajo o medio de subsistencia, a no saber educar o dar lo mejor de nosotros a nuestros hijos...
Pero hoy deseo reflexionar con vosotros sobre el miedo emocional. Sobre ese miedo que realmente paraliza nuestras ilusiones, ese que al final del día deseamos no haber sentido, porque reconocemos que no lo habíamos buscado. Ese miedo que busca sitio en nuestro pensamiento para distorsionar la realidad con realidades ficticias.
Lo importante es no dejarnos embaucar por los miedos ajenos y mucho menos permitir o permitirnos hacerlos nuestros.
Siempre puede ser bueno aprender a aceptar esa mano amiga, o a esa persona que nos escucha y comprenda. Lo positivo es avanzar hacia algo o alguien que podría estar al otro lado de ese miedo y que nos puede ayudar a salir de él.
A veces hablamos de miedo casi sin tenerlo y otras tenemos miedo simplemente a poder llegar a sentirlo. Dicen que en la vida o se actúa con y por amor o con y por miedo.
Realmente el motor del mundo es el amor y vale la pena ponerlo a punto para que el miedo no sea el "vehículo de sustitución". ;)
Lo cierto es que nuestra respuesta al miedo no se suele hacerse esperar. Es como una defensa natural, una especie de instinto de supervivencia, en la que sin leer los efectos secundarios, aplicamos remedios "caseros", incluso antes de que aparezca la enfermedad, sonrío.
Seguro que todos hemos visto y tal vez vivido reacciones muy distintas ante ese tipo de miedo. No siempre reaccionamos igual porque no siempre nos sentimos igual de fuertes o preparados para afrontarlos.
En muchas ocasiones podemos dejar de ser nosotros mismos. Como cuando se tiene miedo a esa soledad no elegida, y se busca complacer en casi todo a aquella persona que pensamos que nos redimirá de ella. Podemos hasta llegar a perder nuestra identidad, apostando por cambiarla. Es como si nos auto convenciéramos que esa es la "solución mágica" .
Me encanta una cita de Eduardo Galeano que interpreto así : "Ojalá podamos tener tanto el coraje de estar solo como la valentía de arriesgarnos a estar juntos".
A veces cuando el miedo es a sentirnos defraudados, por ese mismo miedo adoptamos una actitud arrogante.
Se suele pensar en poner una distancia entre ambos, no caminar al lado para que no tener que sentir que aquella persona no desea hacerlo.
En estos casos tal vez sería bueno en vez de alejarnos tanto, simplemente "apartarnos" un poquito para coger esa perspectiva necesaria para comprobar si nuestros miedos son infundados.
En algunas ocasiones el impulso es de "ir de sobrados", como no querer dar a entender que tenemos miedo a nada y menos a "aquello". En esos momentos parece que todo se soluciona presumiendo de tenerlo todo controlado. El refranero nos da una pista, cuando dice: "dime de qué presumes y te diré de qué careces".
Tal vez es tan sencillo como darnos la oportunidad de no pretender ser perfectos, ser tan humanos como cualquiera, porque a todos nos ha pasado en alguna ocasión que los acontecimientos nos han sobrepasado y... no pasa NADA.
Es importante no olvidar que ser valiente no es no tener miedo, sino tener coraje de conquistar o reconquistar ese miedo. Ahora recuerdo una cita de Thomas A. Edison que compartió una buena amiga en Twiter que decía "Muchos de los fracasos vitales son de personas que no se dieron cuenta de lo cerca que estaban del éxito cuando se rindieron".