"Uf creo que la chica se olvidó de nosotras", me dice Luisa, mientras alza la mano, haciendo señas a una camarera que anda casi con la lengua fuera y la barriga hacia adentro. Y no contenta con alzar esa mano, le suelta algunos impropios de esos de "cuyo nombre no quiero acordarme".
Intento bajar mucho el tono, para compensar los gritos de Luisa y sobre todo para que la camarera no escuche que estamos hablando de ella.
"Si es que hace más de 15 minutos que estamos aquí... y ella... ni caso" me dice como buscando mi aprobación a su actitud furiosa y yo me hago “la sueca” mientras intento disfrutar de la vista a la playa, y de esos últimos rayos de sol que me saben a gloria.
Luisa es una mujer que suelo ver de tarde en tarde por temas laborales. Físicamente es muy atractiva, ha tenido una carrera brillante en la que ha logrado dirigir y no ser "dirigida", y para bien o para mal, es de ese tipo de personas que piensan que los demás le debemos respeto e incluso cariño. Sonrío.
Justo en ese momento la camarera, que es una mujer de unos cuarenta, con un corte de pelo "a lo garçon" y con camisa blanca, se acerca, todo menos sigilosa y le planta la cara de "si no te gusta te largas".
Si usted me tutea, yo te tuteó y si tú me desprecias... puedo hacer un esfuerzo y enviarla a la porra. Así que intentemos empezar otra vez desde el principio y lo que yo deseo es un "poquito de por favor".
De esta conversación me quedo reflexionando sobre lo bonito que es mantener la educación y del valor de la paciencia...
A veces esa falta de paciencia con los demás se debe a la poca paciencia que tenemos con nosotros mismos.
Aprender a tener paciencia necesita una buena dosis de esa misma paciencia. Sonrío, pero recordemos que "El que no tiene paciencia tampoco puede exigirla a los demás".
Realmente la vida es un como un tango, a veces nos regala estrofas acompasadas a un ritmo festivo, en los que no hace falta tener mucha paciencia porque cuando vivimos esos bonitos y felices momentos, ni nos acordamos de ella.
Siempre es mejor no acalorarnos con golpes de efectos, sino poder saborear la victoria de haber sucumbido a ellos con la respuesta serena que todos nos merecemos recibir y que todos podemos aprender a dar.
¿Que hace que las mismas historias vividas por diferentes protagonistas, puedan convertir un argumento propio de una tragedia en el propio de una comedia? Siempre es la actitud con la que respondemos ante ellas.
Está claro que como se suele decir no siempre podemos elegir qué música queremos bailar, pero si podemos aprender a bailarla.
Si se nos permitimos hablar de porcentajes, probablemente nos daríamos cuenta que esta música y este baile viene marcado por 50% de destino y otro 50% de la actitud con el que se acoge ese destino.
Recuerdo una cita del compositor y letrista Irving Berlín que decía que "La vida es un 10% lo que hacemos y un 90% como nos la tomamos".
Lo que sí podemos es elegir "saber actuar con y desde la paciencia". Para ello es bueno echar mano a experiencias con resultados positivos y recordar revivir experiencias del pasado para acertar en nuestras actitudes ante algo o alguien.
Lo cierto es que puede sernos útil tener oportunidades de practicarla y así convencernos de los beneficios de apostar por la paciencia de aprender a tenerla.
Y en todo caso, como decía San Francisco de Sales, "el mejor remedio que conozco contra los impulsos repentinos de impaciencia es un silencio dulce y sin hiel".
Lo que irremediablemente tengo claro, es que para lo único que sí es bueno no tener paciencia o aprender a renunciar a ella, es para recoger de una vez por todas los pensamientos ya obsoletos, inútiles o inservibles y ordenar nuestros sueños para ponernos manos a la obra y convertirlos en logros.
Lo bueno de la vida es que en casi siempre "querer es poder" y que podemos conseguir que la paciencia pase de esa virtud que “pudo ser”, a esa virtud que “podemos tener”.
Recordemos que "todas las cosas son difíciles antes de que sean fáciles".
Ahora mismito lo que os deseo a tod@s, es que tengáis una semana relinda, en la que vayamos sobrados de paciencia si nos hace falta, pero sobre todo, que hallemos mil motivos diarios para VIVIR la VIDA viviéndola... FELICES.
Sonrío.