lunes, 18 de abril de 2016

A otra cosa MARIPOSA


“¿Y como dices que se llama?”
“Miguel, se llama Miguel” -me dice mi amiga que está al otro lado del teléfono-
Por el tono de su voz creo que lo dice con una sonrisa de oreja a oreja ;)
“Uf! cuenta, cuenta” -le digo con esa ilusión que nos provoca que alguien querido la tenga-
“Chica pues que ‘eso’“- me responde ella-
“¿Eso?” -le insisto-
“¿Sabes que no quería ir a la cena?” -me pregunta ella sabiendo la respuesta-
“Pues como no lo voy a saber si te estuve comiendo la oreja intentando convencerte!!!” -le digo mientras me da una risa nerviosa de emoción-
“Ay si, qué pesadita eres a veces…” -me recrimina ella pero sin recriminar-
“Pues que te hice caso y fui..” -me dice ella-.
“¿Y? …” -le pregunto-
“Que resulta que Ana me tenía preparada una cena y de postre una cita ‘medio a ciegas’...” -me responde ella-
“Noooo!!!! Ole ole y olé por Ana! ¿Y?... Sigue! Cuentaaaa” -le digo muy animada-
“Que, que, que, que… eso... hubo un ‘no sé qué, que se yo." -ella me responde- y sigue contando hasta que llega mi pregunta obligada:
“¿Pero tú no decías que nunca jamás te volverías enamorar?”
Ahora es que me parto de risa!  
Sonreímos mucho las dos y seguimos hablando un buen rato sobre eso.
Cuando cuelgo el teléfono recuerdo eso de que: “Las alegrías compartidas son doblemente alegrías”.

Qué suerte tener una persona que esté a las duras y las maduras. Con ella he tenido eso, así que como ya sabéis que pienso que "amor con amor se paga", hoy no le he escatimado ni tiempo ni compañía.

Esa conversación me ha hecho pensar en las veces que nos decimos “de esa agua no beberé”, o “eso jamás lo haré” , o “eso no me pasara a mi” ... o ...

A casi todos nos ha pasado eso de “donde dije digo ahora digo Diego”. Algunos más y a otros menos, algunos lo reconocen y otros no quieren reconocerlo, pero no olvidemos que los refranes vienen de experiencias generalizadas. Sonrío.

La realidad es que a veces pensamos que ya está todo vivido o sentido y de pronto un portazo cierra ese pensamiento porque nos damos cuenta que hay muchas más puertas y ventanas de las que podíamos imaginar, y sobre todo que abrirlas o cerrarlas no depende sólo de nosotros y eso a veces es ... "una gran suerte".
Lo bonito de "los imprevistos" es que no es que solo nos cogen por sorpresa, sino que realmente nos puede sorprender gratamente y darnos una sacudida amable para hacernos entender que “no digas nunca jamás”.

Cuando la vida nos hace un "plaf, ahí está" con argumentos que nunca estuvieron en nuestro guión, podemos sentir miedo. Miedo a no saber qué hacer para acertar, miedo a dar un paso en falso, miedo a tantas cosas!! Miedo incluso a ser ... demasiado felices. Sonrío.

Cuando estamos titubeando y haciendo pulsos con las nuevas circunstancias, nos vienen muy bien sacar fuera todos esos pensamientos que incluso pueden restarnos tranquilidad.

Es un buen momento para contar nuestras preocupaciones a esa persona que sabemos que de forma incondicional nos acompaña sin más interés que de vernos felices.

Todos necesitamos un "poquito de por favor" , esa calma, y esa comprensión nos la puede dar simplemente alguien que nos escucha, alguien que incluso sabe compartir un silencio.

A veces el sonido de un silencio compartido puede ser relindo.

Todos hemos leído algo así como la importancia de ponerse en los zapatos de los demás, pero no siempre sabemos hacerlo. Por eso cuando tenemos cerca del corazón a personas que si lo saben hacer ... ya no deberíamos dejar que se alejen de él.

Cada uno tiene derecho a tropezar con la misma piedra las veces que la vida las ponga.

Avanzar no es nunca retroceder, pero a veces lo importante es que si se retrocede sea para rectificar y volver a seguir el camino que ya elegimos. Recordemos que la gran mayoría de veces equivocarnos fue el preludio de un gran avance.

Si no nos negamos evidencias evidentes podemos darnos oportunidades de rectificar, de aprender de los errores, de repensar una decisión, y ... no pasa nada.

El “qué dirán” o el “qué pensarán de mí”, no debe tener más crédito que el que sirva para no transgredir ni la buena fe ni la confianza de los que nos rodean. Vivir sintiendo tiene sus peligros, pero sobre todo uno: no hacerlo.  

No se trata de ir sobreviviendo a unos acontecimientos, que tal vez por comodidad impuesta nos exonera de la culpa de querer luchar por ser FELICES.

Hemos venido y estamos. Y ese estar aquí implica no sólo transitar sino habitar en un mundo más a la medida de nuestra perspectiva y  a la medida de nuestra percepción de esa realidad que nos ilusiona.

Las oportunidades están para coger y correr de su mano, porque no siempre las tendremos a mano. Pero es bueno no olvidar que si van bien... pues fenomenal, y que si no... siempre podemos regalarnos ese "a otra cosa mariposa" , porque la puntualidad no es solo llegar a la hora sino también saber marcharse a tiempo.

Eso sí, apuesto por ser prudente antes de tomar decisiones drásticas. Puede ir muy bien aprender a relativizar las cosas que no pintan bonitas, simplemente dándoles un giro no magistral pero magistralmente dado. Ese vaso medio lleno o medio vacío aunque suene recurrido no deja de ser recurrente. Sonrío.

Confieso que me ayuda mucho huir de los victimismos y me inclino a querer pensar y a confiar que en la vida pocas veces pasa el último tren y que si lo pierdes están los autobuses, el metro, avión, barco... Sonrío.
Ahora pienso en una #reflexión que se nos recuerda en la película "El exótico Hotel Marigold" que "las cosas al final terminan bien, y si no terminan bien es que no es el final".

Mil gracias por acompañarme en esta ventana con vistas al alma. Que "a gustito" estoy con vosotr@s. Os deseo una semana llena de... MARIPOSAS, de esas que se sienten cuando estamos... muy felices.