Qué ganas tenía de venir aquí.
Estoy con el carro de compra en un vivero de plantas, necesito llenar mi terraza de esa primavera que tanto deseaba.
Voy andando tranquilamente, me paro, me he olvidado las gafas y no distingo si las flores del fondo son petunias.
"¿Me puede dejar pasar?” -me dice una voz grave de hombre ya maduro-
Porque el "que espera desespera"-sigue insistiendo-
Inevitablemente busco de dónde procede la voz, sobre todo para ponerle cara a alguien que pienso que la debe tener un poco "dura".
¿La verdad? que ganitas me han entrado de pegarle un "mordisco".
Menos mal que plaf, me viene a la memoria un vídeo que compartió un amigo, sobre los beneficios de encarar las situaciones tensas o poco fortuitas con una sonrisa.
Así que simplemente me giro y le sonrío.
Sorprendentemente el ME SONRÍE.
Supongo que como una forma de agradecimiento a esa sonrisa, sigo con unas frases en tono amable y algo conciliadoras, "lo siento me dejé las gafas en casa y no sabía qué camino coger para llegar a las petunias" -le explico-
“Pues yo me he dejado la cartera, así que me he dado cuenta que voy sin dinero y sin tarjetas. He hecho el viaje para nada, por eso estoy algo ‘cabreadillo’, discúlpame si he sido un poco brusco” -me explica él mientras sigue sonriendo-
Creo que a los dos nos ha ido muy bien intercambiar esas palabras y esas explicaciones. Nos hemos despedido en una buena sintonía, que hubiera sido imposible conseguir si ambos hubiéramos reaccionado con una dosis de "mala sustancia láctea", sonrío, y este tipo de respuestas quieran o no, influyen en nuestra actitud posterior.
Eso me ha hecho pensar en dos asuntos:
Eso me ha hecho pensar en dos asuntos:
Una, que aunque ya sabemos que no podemos gustar a todo el mundo, sí podemos gustarnos más a nosotros mismos reaccionando como nos gustaría que reaccionarán los demás con nosotros.
Y la otra, me ha provocado cuestionarme que si hay argumentos que justifiquen que: "El que ESPERA no siempre debería DESESPERARSE".
Cuando tenía 15 años solo anhelaba cumplir 18. Pensaba que a esa edad ya podría hacer todo lo que me hacía feliz. A los 18 me di cuenta que mi concepto de "cosas que me hacían feliz" habían cambiado y que era una vuelta a empezar a "soñarlas". Ahora pienso que la solución hubiera podido ser haber vivido la vida más intensamente en esos años.
Ir cumpliendo décadas puede ayudarnos a autoconvencernos de que lo que tenga que pasar... pasará y mientras tanto no podemos ni debemos "perder comba".
Cuando tenía 15 años solo anhelaba cumplir 18. Pensaba que a esa edad ya podría hacer todo lo que me hacía feliz. A los 18 me di cuenta que mi concepto de "cosas que me hacían feliz" habían cambiado y que era una vuelta a empezar a "soñarlas". Ahora pienso que la solución hubiera podido ser haber vivido la vida más intensamente en esos años.
Ir cumpliendo décadas puede ayudarnos a autoconvencernos de que lo que tenga que pasar... pasará y mientras tanto no podemos ni debemos "perder comba".
Para no perder el paso esperando, solo hace falta aprender a seguir caminando a un buen ritmo, pero sin excedernos de nuestra propia velocidad. Ese ritmo lo debemos poner y aceptar nosotros mismos, superar nuestros propios límites, para que al final no nos limiten.
Y cuando las cosas ya están hechas o dichas y no podemos hacer nada más,... tal vez sea el momento de dejar espacio en nuestro pensamiento para no castigarlo con pensamientos negativos sobre lo que pasará, no es bueno hacer predicciones o premoniciones sobre los resultados que estamos esperando, porque la gran mayoría de veces ya no dependerán de nosotros mismos.
Me he dado cuenta que cuando mejor nos va, es cuando prestamos mucha atención a la acción misma para conseguir algo y no pensar en el fruto de esa acción.
Como ya sabéis pasé mi infancia en el campo, e inevitablemente ese mismo campo me responde a cuestiones que la gran mayoría de veces no tienen nada que ver con él, pero así me resulta más fácil comprender muchas similitudes con la propia vida. Un ejemplo estaría en la recogida de los frutos.
Para recogerlos no es suficiente solo sembrar bien y hacerlo en el momento adecuado, sino que además, antes debemos "remover la tierra", y aunque parezca algo negativo en la superficie, sólo así se consigue crear espacio para que algo nuevo "emerja".
Llegados a ese momento de concluir mi reflexión, ¿os confieso algo? Aunque sí es cierto que me gusta la gente que consigue ser paciente, yo también apuesto por buscar y encontrar motivos para sentir ese “tic tac” que provoca la impaciencia, que es la responsable la gran mayoría de veces de que dejemos la vida contemplativa y contemplemos la vida dando ese "pasito pa'lante".
Al final de muchas de mis reflexiones siempre llego a la conclusión de que lo importante es que el futuro no nos torture mientras dejamos escapar el presente.
Ahora me viene a la memoria algo que leí de Ralph Waldo Emerson: "Grabad algo en vuestro corazón: cada día es el mejor día del año".
Así que debemos recordar siempre que lo único que no puede esperar es vivir y ser felices.
Os deseo una semana relinda, llena de días en los que cada día sea el mejor del año.
Ya sabéis que yo la empiezo con el mejor día de la semana, este de hoy que me acerca a esta ventana en la que comparto con vosotros un trocito de mi alma.