lunes, 13 de junio de 2016

¿Qué? ¿Yo? NUNCA.


Que te digo que NO… Que yo nunca lo haría.” -le dice categórica una chica de unos 30 años a otra un poco mayor que está sentada a su lado tomándose un refresco-
Inevitablemente me provoca mirarlas y para que os voy a engañar, me salta la curiosidad de ver cómo sigue esa conversación.
Estoy sentada en la barra de un bonito restaurante marinero de mi isla, esperando la llegada de los invitados de una celebración de unas bodas de oro. Así que parece ser, que va a acompañar a mi bebida en vez de  "algo para picar", un "algo para pensar", sonrío.
Bueno, vamos a ver, que tu creas que nunca lo harías no significa que nunca lo vayas a hacer. La vida y las circunstancias nos hacen cambiar de opinión.” -le contesta la chica un poco más mayor a la que he oído que llamaba Marta-.
No entiendo como una persona inteligente y responsable como tú, puede haber decidido esto.” -le insiste la chica más joven-
Y añade: “ME HAS DECEPCIONADO.

Llegado este punto de la conversación, y aunque no sepa de qué narices están hablando, me ha provocado quedarme con el vaso a medio camino y pensando en qué duro es oír que una amiga pueda decirte: “¿Qué? ¿Yo? NUNCA.” y sobre todo, pueda pensar y decir ese: "me has decepcionado".


Ya sabéis que ante esas situaciones que la vida nos regala para pensar y aprender, me resulta inevitable dejar de hacerlo, así que que cuando termina la fiesta recuerdo esta conversación y reflexionó sobre "las consecuencias de nuestras palabras" cuando se las decimos gratuitamente a alguien,  sin darnos cuenta que ese alguien tal vez solo buscaba consuelo y comprensión y no añadir ni una preocupación ni una decepción más al momento que vive.

Qué fácil es recetar la medicina y que difícil puede ser tomarla!!!
A veces la vida nos pone ante situaciones difíciles, comprometidas, ante elecciones que hace años hubiéramos resuelto de manera diferente, simplemente porque en aquel momento no iban con nosotros y sólo éramos espectadores.


Siempre hacemos un bien a los demás si los escuchamos, si les permitimos que saquen sus preocupaciones, sus miedos, sus preguntas, desilusiones...

¿Y por qué algo tan sencillo como contar y escuchar, ayuda y nos ayuda? En la gran mayoría de veces, es simplemente que al contar esas cosas de nuestra vida, nos escuchamos, convirtiéndonos en propios receptores. Viendo y viviendo la situación desde fuera, es más fácil sacar conclusiones y resolver el tema con ese toque de objetividad que puede ser hasta útil.

Lo cierto es que me parece todo un arte saber escuchar, incluso cuando ese tema que te cuentan ni te importa ni te preocupa.

Es bueno recordarnos que lo importante no es estar preparando la respuesta al interlocutor para "lucir bonita", lo que realmente es beneficioso para él, es dedicarle atención y que sienta que no deseamos que vaya terminando.

Me resulta admirable él que sabe ponerse en los zapatos de los demás, ya que es la única manera de comprenderlos y de ayudarlos.  

En algunas ocasiones puede ocurrir que nos sorprenda que al hablar de un tema del que ya se había hablado, nos encontremos con un cambio de opinión.

Pensemos que cuando eso ocurre se trata de un derecho y que el que crea que jamás cambiará de opinión es que realmente no se ha dado cuenta que la vida está llena de ese "donde dije digo, digo diego... "


Muchas veces las circunstancias imprevisibles o incluso inoportunas y los acontecimientos inesperados nos han hecho plantearnos la vida desde otra perspectiva y sobre todo con otra "vara de medir".

Dicen que la experiencia son "grados", y yo añadiría que hasta nos gradúa como expertos en algunos temas.

Por eso es muy aconsejable poder ayudar a los demás pero desde el respeto y la comprensión, porque seguramente si estuviéramos al otro lado de la mesa agradeceríamos que nos tratarán con ambas.

No se puede coincidir siempre con las opiniones ni decisiones de los demás, pero si se puede intentar suavizar las "formas y maneras" de explicar porque no coincidimos y  aportar opiniones para ayudar a ver las cosas desde otro cristal tal vez... "simplemente distinto".

Llegados a este punto de la reflexión, me reafirmo en que está claro que no podemos ni debemos querer agradar a todo el mundo. Así que lo mejor es actuar con y desde el corazón para agradarnos a nosotros mismos.

Hoy os deseo una semana relinda en la que no tengamos que oír que nadie nos diga eso de: "me has decepcionado", pero sobre todo, una semana en la que ninguno de nosotros sintamos que "irremediablemente nos hemos decepcionado" porque hasta eso... es REVERSIBLE y REMEDIABLE.  

Es parte de nuestro aprendizaje de vida, encontrarnos con situaciones grises para poder ver así más bonitos los colores cuando sale el sol.

Así que siempre hay un ALEHOP que nos está esperando. Feliz VIDA a tod@s!!!