lunes, 26 de septiembre de 2016

Blanco y en botella


¿Un blog? ¿Pero para que te vas a meter ahora a escribir un blog? La verdad es que te gusta complicarte la vida. No entiendo cómo puedes pensar que alguien va a leer tu blog.” -afirma categórica mientras levanta la cabeza del plato que está devorando, una chica rubia de aspecto muy cuidado, y de modales y expresiones que no lo acompañan-
El chico de al lado de ella no le responde a ninguna de sus preguntas y menos a sus afirmaciones y sigue comiendo. El chico no parece ni sorprenderse ni inmutarse...
La chica se está desesperando con su silencio.
Ahora el chico para de comer y simplemente le dice: “¿Crees que no debería empezarlo?
Fernando, ni tienes nada nuevo que decir, ni eres ningún famoso, así que «blanco y en botella»" -le responde ella-
Uf plaf ... algo así me dijeron a mi hace poco más de un año!!! ¡No me lo puedo creer! Sonrío.

Menos mal que ese jarrón de agua fría no me mojó las ilusiones y seguí adelante con esas ganas de llegar a vosotros y simplemente quedarme un ratito compartiendo mis pensamientos.

Reconozco que me han entrado ganas de poder opinar o mejor... simplemente preguntarle ¿Por qué  «blanco y en botella»? Lógicamente no se me ocurriría hacerlo, así que me quedo con ello solo para reflexionar.

Ahora regresa mi acompañante, así que voy a seguir disfrutando de la boda, en esa mesa redonda adornada con unas flores campestres preciosas a la que los novios nos han incluido. Sonrío.

Inevitablemente me pregunto dos cosas, una si ¿Sabemos seleccionar los motivos suficientemente reales como para hacernos desistir de nuestras ilusiones? y otra, si ¿Realmente es bueno permitir que algunas personas nos hagan dudar de si estas  ilusiones no deberían ni serlo?

A estas alturas de mi vida y después de cumplir unas décadas, lo que sí tengo claro es que lo mejor que podemos hacer para ser o sentirnos felices, es escuchar menos lo que otros dicen que es bueno o malo para nosotros, y escuchar mucho más a nuestro latido emocional, este que está a las duras y a las maduras porque no le queda otra que aguantar todas nuestras derrotas y celebrar todas nuestras victorias.

Esta semana he pensado mucho en la importancia de seguir nuestros sueños y nuestro instinto selectivo.

Ahora recuerdo haber leído reflexiones como: “¿Cuantas cosas estamos dispuestos a perder por miedo a perder?” o “¿Qué pasa si al saltar me caigo, pero qué pasaría si al saltar vuelo?

La teoría desde fuera de casa se ve clara, sencilla y hasta fácil. Lo cierto es que no todo es «blanco y en botella» y que es importante no olvidar que aunque lo fuera no siempre significa que con ilusión y esfuerzo pueda dejar de serlo. Es lícito y bueno darnos oportunidades de ilusionarnos.

El “porque si” o “porque no a secas, no responde a nuestras verdaderas preguntas, ni calma nuestras verdaderas necesidades de ser felices.
Cuando algo nos ronda por nuestro pensamiento una y otra vez, es porque tiene la suficiente fuerza como para persistir e insistir.

Al pensamiento no se le puede dar fácilmente carpetazo y listos. No es fácil de engañar ni de vencer. Nos conoce demasiado como para andar perdiendo ocasiones para recordarnos lo que realmente nos gustaría vivir y sentir.

¿Porqué nos resistimos a aceptar nuestras ilusiones? Siempre puede haber motivos que justifiquen  nuestras actitudes de "stop a".

A veces estos motivos son realmente de peso, motivos reales como la vida misma, pero en otras ocasiones tenemos tendencia a escribir guiones mentales, que lejos de ayudarnos a luchar por ellas, lo que hacen es proporcionarnos motivos para justificar que no podemos hacer nada más ni nada menos que seguir suspirando.

Al final siempre lo que más me ayuda es recordar que si ese NO ya lo tenemos, ¿Por qué no ir a por él SI?

Tienes buenos efectos secundarios pensar que la vida da tantas vueltas que lo que hoy es imposible... mañana puede ser evidentemente fácil.

Así que hoy os deseo un día relindo en el que no os escatiméis ningún posibilidad de soñar, y que si algo debe sobrar son pensamientos que nos lleven a ilusionarnos o re-ilusionarnos todas las veces que haga falta para sentir que la vida es para vivirla sintiéndonos VIVOS.