Ahora mismo pensando en vosotros
al despertar y quería contaros una anécdota cotidiana de hace unos días y en
primera persona, sonrío .
"Nunca pensé que unos
zapatos aparentemente cómodos podían doler tanto, me decía una y otra vez,
mientras perdiendo la vergüenza me los iba quitando aprovechándome de la
complicidad de la noche. Cuesta para abajo con los zapatos en la mano, me
prometo a mí misma que eso no me volverá a pasar, sonrio, y que puede ser una
invitación a la reflexión positiva para otras cosas de la vida ".